30 de noviembre de 2012

¿Amigo, le gusta lo que ve? ¿Si? ...... ¡Pues NO puede ser!

Reconozco que me gusta la aventura. El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define este término como
  • Acaecimiento, suceso o lance extraño
  • Casualidad, contingencia
  • Empresa de resultado incierto o que presenta riesgos
  • Relación amorosa ocasional.....

Por tanto la aventura no se define, forzosamente, como el acto de lanzarse con equipamiento de explorador modelo Indiana Jones en busca de cualquier selva, montaña u occéano, en los que enfrentarse a los peligros más desconocidos e inesperados. El concepto de la aventura se puede adaptar perfectamente al día a día de cualquiera de nosotros y toma formas desconocidas que pueden resultar tan retadoras como cualquier selva.

Tengo la impresión de que no dejamos que la aventura sea una invitada permanente en nuestras vidas profesionales, donde normalmente domina la rutina. Permita entonces que le pregunte si usted cree que la "zona de confort" es el mejor aliado de la atrofia en el desarrollo de las capacidades de un profesional. Si su respuesta es que sí, quizás entonces convengamos en que la aventura profesional comienza en cuanto uno se atreve a abandonar esa "zona" tan cómoda y decide explorar terrenos que, en todo caso, son muy cercanos y familiares. Pueden ser incluso tan cercanos como nuestra propia mesa de trabajo, esa mesa que todos los días nos espera fiel y a la que cuidamos hasta el extremo de que si alguien mueve un centímetro algo que estaba sobre ella se encienden todas las alarmas. Pero avancemos en el conocimiento de esa "personaje" tan importante llamado zona de confort  que asume diferentes formas tratando de no ser descubierto y que se manifiesta a través de distintos lenguajes. Una de esas manifestaciones es una respuesta demasiado habitual en el diccionario de un ejecutivo ante la solicitud de alguien que comete la "tremenda imprudencia" de necesitar una información:


  • ¡Perdona, pero ESO no corresponde a mi departamento! ........ En realidad, lo que esa persona podría estar pensando es       ((( ¡¡¡ESE, no es mi problema!!! )))

Pero la anterior expresión, no nos engañemos, rivaliza en poder de contaminación vírica con la no menos habitual y hasta políticamente correcta:

  • ¿Qué te parece si lo hacemos de esta manera? ........ En realidad lo que esa persona podría estar pensando es      ((( ¡¡¡Esto se hace así y se acabó!!! )))

Me temo que son diferentes expresiones de una de las palabras posiblemente más escuchadas en el día a día de una empresa y, también, de un ser humano:

¡NO!

NO, esa "atractiva" palabra que se escribe igual en español, francés, inglés, italiano, alemán, ruso e, incluso, búlgaro. Es evidente que resulta demasiado fácil decir NO de manera universal, pero quizás tengamos la capacidad para hacer las cosas de otra manera. Yo afirmo que SI.
El Centro Superior de Investigaciones Científicas en España ha desarrollado un modelo matemático que permite calcular las probabilidades de que un colectivo animal se decida ante varias alternativas. Para realizar ese trabajo, que apareció publicado en la revista Proceedings of the national Academy of Sciences, se observaron comportamientos de tres especies diferentes: peces cebra, peces espinosos y hormigas argentinas. Finalmente, llegaron a conclusiones que validaban el modelo y que permitieron crear una fórmula matemática. Quizás, permítame la ironía, es más difícil encontrar pautas de decisiones entre los humanos, sobre todo si esas decisiones implican un cambio en la rutina diaria o una violación de una increiblemente encriptada zona de confort personal. En ese caso la decisión será, seguramente, no decidir.......

Nuestro cerebro es muy complejo. Supongo que mucho más que el de las hormigas argentinas. En mi opinión, lo interesante es evitar que la mayor capacidad cerebral, desarrollada a lo largo cientos de años de evolución, se convierta en un enemigo para nosotros. El sistema neocortical está compuesto por un conjunto de diez a cien billones de células neuronales, capaces de realizar cuatrillones de conexiones. El abuelo de la neurofisiología, Charles Sherrington, declaró que "el cerebro humano es un telar encantado en donde millones de velocísimas lanzaderas van tejiendo un diseño que continuamente se disuelve en una cambiante armonía de subdiseños". Parece entonces que la esencia de nuestro cerebro es la visión del cambio permanente. El cambio, incluso, como armonía. Imagine entonces lo importante de evitar que esas lanzaderas se queden en el garaje, por lo que la cultura de una organización debe promover que eso no suceda y, más bien, debe premiar que suceda de forma cotidiana.

El primer no economista distinguido con el premio Nobel de Economía, en el año 2002, fue Daniel Kahneman. Su trabajo integró descubrimientos de la psicología con las ciencias económicas, ante todo respecto al mundo de la toma de decisiones en entornos de incertidumbre. En el capítulo "El controlador perezoso" de su libro Pensar Rápido, Pensar Despacio hace Kahneman una interesante descripción acerca de la capacidad de atención del ser humano que, en todo caso, es determinante como ingrediente previo para la toma de decisiones. Alguien que tampoco es economista, el maestro Joaquín Salvador Lavado (Quino), dibujó viñetas geniales que se adaptan de manera increíble a hechos de todos los días. Fíjese sino en la siguiente tira del fantástico Felipe:



Reciéntemente tuve la oportunidad de acompañar a mi mujer Pamela Rodríguez, a los premios Latin Grammy 2012 para los que estaba nominada. La ciudad que acogía la ceremonia fue Las Vegas, ciudad que por cierto no conocía más allá de su presencia familiar en decenas de canciones, novelas o películas. En otro momento posiblemente escribiré acerca de esa experiencia. Ahora me interesa hacer mención a la capacidad de concentración de cientros de personas que, a cualquier hora del día y la noche, poblaban las mesas de juego y las miles de máquinas de monedas. En el paso obligado por la zona de juego, camino a la habitación (todo está fríamente calculado), uno encontraba el tiempo suficiente para comprobar que, al contrario de lo que le ocurre al entrañable Felipe, todos los que se enfrentaban a las cartas o a las llamativas luces de las máquinas, mostraban que nada de lo que estaba fuera de su vista existía para ellos. Comprobé en un gran grupo de seres humanos la certeza de la concentración absoluta.

Puede que el anterior sea un ejemplo extremo, pero lo utilizo por la profunda impresión que me causó a nivel personal. El ser humano es capaz de concentrarse pero necesita un estímulo que despierte el instinto que está aletargado por años de rutinas y de tradiciones. Sin ese estímulo es más complicado el alumbramiento de ideas que conduzcan finalmente a alguna decisión. Es necesario que exista un entorno que favorezca el desarrollo de las ideas como explica Steven Johnson de forma tan sumamente entretenida en "de donde vienen las buenas ideas". Las ideas estimularán, sin duda, el proceso de toma de decisiones.
No debemos olvidar que la zona de confort se va a defender y para ello dispone de múltiples lanzaderas que expulsan, por oleadas, poderosos y hasta razonables, NO SE PUEDE. La exploración del propio y cercano terreno será una aventura que provocará que la adrenalina aparezca con fuerza, que las cosas comiencen a suponer un desafío y que el tiempo se convierta en un aliado de la superación personal. Y cuando uno consigue superarse a nivel personal se produce una agradable sensación que se transmite y multiplica por todos los poros de la organización.

No acepte No. Pida que le dejen decidir y acepte también que debe decidir como modelo de desarrollo personal. Aprenda a decidir y arriésguese a decidir abandonando la zona de confort. Viva esa aventura de decidir por si  mismo, conviértala en su particular "zona de cambio" y comprobará que luego, decidir con otros, será mucho más sencillo y estimulante.


Raúl Baltar