22 de diciembre de 2010

Scrooge, Armstrong o como bajar los Alpes a 120 por hora en bicicleta.....


Escribo en los últimos días del año y pocos días antes de la celebración de la Nochebuena y es por ello que me permito recurrir a dos clásicos de la literatura (libro y autor) con el fin de recrear el adecuado ambiente navideño en esta mi última entrada del año 2010:

“La puerta de la oficina de Scooge estaba abierta, porque así podía vigilar a su oficinista, que estaba escribiendo cartas, y ocupaba un pequeñísimo y oscuro cuarto, que, visto un poco más allá, parecía una especie de pozo.
Scrooge tenía un pequeño fuego para calentarse, pero el del oficinista era tan pequeño que parecía un solo carbón encendido. El caso es que ni siquiera lo podía reavivar cuando se iba apagando, porque Scrooge guardaba la caja del carbón en su cuarto, de manera que, en cuanto entró el oficinista con la pala para coger el carbón, ya estaba diciendo Scrooge que lo dejara. Así que el oficinista se puso su bufanda blanca e intentó calentarse con la vela, pero, como era hombre de pocas luces, no consiguió nada”

El fragmento anterior pertenece a la Estrofa I de Canción de Navidad”, obra escrita en el año 1843 por el genial Charles Dickens. La lectura de ese maravilloso relato permite descubrir perfiles y comportamientos humanos tan válidos en nuestra Civilización del siglo XXI (como Fernando Savater, yo creo que sólo hay una Civilización….), como en el gélido Londres de hace 170 años descrito por Dickens en su novela.
Al igual que pretenden hacer los tres fantasmas del famosísimo cuento, que recomiendo releer o leer, los días actuales son propicios para hacer revisión de nuestro pasado, de nuestro presente y de lo que se plantea para el futuro…..

- Recuerdas el camino? – pregunto el espíritu
- ¡Que si lo recuerdo! – exclamó Scrooge emocionado – Lo podría recorrer a ojos cerrados.
- En cambio, ¡qué extraño que lo hayas olvidado durante tantos años! -  apuntó el fantasma –

El pasaje anterior corresponde a la Estrofa II en la que el fantasma del pasado le recuerda al avaro personaje su antigua juventud, sus olvidadas ilusiones, su viejo entusiasmo, sus grandes amigos. Scrooge lo recuerda y también comprueba que, hoy, nada de eso ya lo tiene……Puede usted encontrar bibliografía abundante con miles de interpretaciones de los mensajes inherentes en la Canción de Navidad de Dickens, aunque dejo a su propia imaginación las interpretaciones correspondientes a los párrafos anteriores. Y aunque no se trata ahora de narrar una particular Canción de Navidad, dejo aquí la anterior referencia para hablarle ahora de un caso personal que tiene que ver con mi pasado. Hasta ahora no necesito, y espero que así siga siendo, ningún fantasma del pasado que me “ayude” a recordar mis experiencias vividas. Cuando uno hace resumen de los propósitos alcanzados en el año y de cuales son los conocimientos y las experiencias que se utilizan para conseguirlos, es natural recordar los aprendizajes recibidos, las enseñanzas aprehendidas que se suman a la genética que, sin duda, cada uno tenemos. Yo conocí a una persona que me enseñó mucho hace muchos años, Evaristo González. Todos tienen en su vida profesional personas que le marcan en detalles que van más allá de lo técnico e incursionan en terrenos esenciales, en lo cualitativo, para el desarrollo de una carrera profesional. Evaristo trabajaba conmigo en Banca Privada de Banco Zaragozano, en España, hace unos 15 años. Mi cargo me “otorgaba” la jefatura sobre él, pero mi experiencia, edad y ganas de aprender me convertían en una esponja ante sus palabras y planteamientos. Evaristo trabajaba en el banco pero, además, era un exitoso empresario. Nacido en Venezuela, su casa en Málaga era reconocida como la casa del Indiano. Como hijo de emigrantes consideraba que el trabajo era un derecho y una obligación por partes iguales y entendía que el hecho de haber sido, con el tiempo, exitoso en su actividad empresarial le generaba mayor compromiso en el respeto a su trabajo de “toda la vida”. Sus valores, por tanto, eran firmes y sobre la base de los mismos se permitía afirmar algunas cosas que no he olvidado:

- Todos tenemos derecho a ser felices en el trabajo. Yo quiero levantarme todos los días e ir sonriendo a mi trabajo. ¡Tengo derecho a ello!

Es muy probable que los ejecutivos de una empresa entiendan cual es su participación “técnica” en la consecución de resultados. Pero si nos proponemos complicar algo más la fórmula anterior, quizás podemos afirmar que no somos todo lo conscientes que se debiera en entender que los resultados van a depender, en buena medida, de la actitud y satisfacción ante el trabajo de cada uno.

Hace apenas una semana tenía la oportunidad, junto a un nutrido grupo de colegas del Banco Exterior, de escuchar al profesor Camilo Cruz haciendo una magistral presentación de lo que es la actitud de las personas ante la vida. Con una energía y un entusiasmo notables, Camilo desplegó una muestra muy interesante de esas actitudes a través de  una selección de respuestas obtenidas por él mismo en distintas ciudades de Latinoamérica ante un saludo de ¡Buenos días! Algunas de las respuestas comentadas nos eran familiares a todos y, otras, nos sorprendieron sobremanera:

- ¡Buenos días! ¿Cómo estás?
- Aquí….pasándola……. (es decir, matando el tiempo….)

Quedó muy claro el mensaje. No tengo nada mejor que hacer que matar el tiempo…….Un propósito por el que debe usted luchar es por conseguir una actitud entusiasta y no negativa o pesimista. La actitud que le permita disfrutar de su trabajo y, como efecto inmediato, facilitar su tránsito hacia el éxito y la satisfacción personal. Soy testigo de que una organización con colaboradores que son felices consigue mejores resultados. Aquellos que se dan cuenta de que “tienen derecho a ser felices” en el trabajo, logran una integración con los objetivos de la organización que quizás no sea sencilla al comienzo, pero que termina por convertirse en natural.

En estos tiempos de confraternidad en la empresa y de agradables encuentros que rescatan lo mejor de cada cual, podemos establecer un claro propósito para el futuro, que no es otro que dedicar tiempo, también a uno mismo. Tiempo valioso de reflexión, de encuentro con lo mejor y lo peor de lo que hacemos o dejamos de hacer. Tiempo de entender nuestra actividad y nuestra actitud ante las decenas o cientos de cosas que pasaron durante los últimos 12 meses.
Un colega ha tenido la amabilidad de regalarme un libro titulado “Mi vuelta a la Vida” de Lance Armstrong. Lance hace balance en este libro de “sus últimos 12 meses” y explica como descubre que tenía cáncer y recuerda cómo fue el proceso de enfrentarlo, curarlo y, finalmente, ganar el Tour de Francia. Quisiera rescatar un fragmento del Capítulo 5 de ese libro:

“El hecho de que en mi cabeza viviera algo que yo no había invitado a entrar me hacía sentir un pudor incómodo. Cuando hay algo que se te mete directamente en la mente tiene que ser muy personal, así que decidí corresponderle y ponerme muy personal yo también. Empecé a hablarle, a conversar con el cáncer, e intenté ser firme en mis afirmaciones:

- Elegiste a la persona equivocada-le dije-. Si ibas por ahí buscando un cuerpo en el que vivir, cometiste un gran error al elegir el mío.”

Lance decidió luchar por su vida, decidió ser feliz y “morir a los 100 años con una bandera americana a la espalda, tras descender gritando por los Alpes en una bicicleta a 120 kilómetros por hora”. Lance obtuvo un éxito rotundo, venció al cáncer, se convirtió en inspiración para millones de personas y se encuentra esperando, entre competiciones, los casi 65 años que le faltan para bajar a 120 kilómetros por hora por los Alpes…...A mi, definitivamente, me encanta esa actitud!
En Banco Exterior tenemos el privilegio de convivir con la Fundación de Amigos de Niños con Cáncer de Venezuela. Hace unos días, como viene ocurriendo los últimos años, entregamos alimentos y juguetes donados por todos los colaboradores del banco a una representación de los niños de la Fundación. En uno de esos actos, entre esos chicos y chicas maravillosos cuya sonrisa no se borra, destacó una muchacha, Mariana, con una sonrisa radiante en su rostro a causa de la ilusión que le producía comentarnos a todos como iba a comenzar a trabajar con su nuevo negocio: alquiler de teléfonos celulares en un puesto en la calle……

¿Pueden encontrar una mejor actitud? ¿Más ganas de ser feliz? Les confieso que a mi me resulta difícil imaginar mensaje más poderoso y me renueva las ganas de construir junto a los míos…..

Feliz Navidad


Raúl Baltar